Próximo Oriente antiguo
Mesopotamia antigua
La desembocadura del Tigris y el Éufrates (los dos ríos ―pótamos― en medio ―meso― de los cuales se desarrolló este espacio de civilización) en la Baja Mesopotamia dio origen a la acumulación de depósitos aluviales en la zona de marismas que va ganando paulatinamente terreno al mar frente a la costa en retroceso del Golfo Pérsico (actualmente a más de cien kilómetros del lugar que ocupaba en el IV milenio a. C., y con los dos ríos confluyentes ―Shatt al-Arab―). La zona fue propicia (con la condición de mantener una gran capacidad de organización social para el trabajo colectivo en la construcción de obras hidráulicas como canalizaciones, regadío y drenajes) para el desarrollo de las ciudades-estado sumerias (Ur, Uruk, Eridú, Lagash). Estas, en competencia entre sí y con los pueblos nómadas de estepas y desiertos circundantes (los del sur y oeste englobados por la historiografía en el amplio concepto étnico de semitas y los del este en la zona irania donde se fue formando la civilización elamita), así como con los núcleos que se fueron formando más al norte (Babilonia) y más al norte aún en la Alta Mesopotamia (Nínive); fueron desarrollando las características constitutivas de la civilización (sociedad compleja) y el estado (superestructura político-ideológica): templo, clase sacerdotal y religión organizada, frontera, guerra territorial, ejército, propaganda, impuestos, burocracia, monarquía, construcciones como murallas y zigurats; y el rasgo que marca el inicio de la historia: el registro de la memoria en la escritura.La dinámica del crecimiento territorial llevó a la formación de imperios, que en su pretensión de monopolizar el poder, se describían a sí mismos como un continuo espacial «entre el mar pequeño y el mar grande» (el golfo Pérsico y el Mediterráneo), en enumeraciones más o menos fiables de pueblos anexionados, destruidos, dispersados, rechazados, sometidos, tributarios, o simplemente socios comerciales, aliados o contactos diplomáticos.
- Renacimiento sumerio
- Imperio acadio
- Imperio paleobabilónico
- Imperio asirio
- Mitani
- Imperio medio asirio
- Imperio neobabilónico o Imperio caldeo
- Imperio nuevo asirio o Imperio neoasirio
Persia antigua
Cordilleras, mesetas, estepas y desiertos caracterizan un difícil medio físico entre el Tigris al oeste, el Golfo Pérsico al sur, el Indo al este y los Montes Elburz, el Mar Negro y el río Oxus al norte. No obstante, también son la vía terrestre que conecta el Próximo Oriente con el Asia Central y el Asia Meridional (más difícilmente, siendo más usada la conexión marítima); y a través de esas zonas, en última instancia, con el Extremo Oriente. La extensa región persa o irania cumpliría un papel clave en la teoría indoeuropea, de debatida validez, que suponía la existencia de un grupo ancestral de pueblos de las estepas portadores de rasgos comunes (lingüísticos, étnicos, culturales e incluso de estructura de pensamiento), esencialmente ganaderos (otorgaban un gran valor a vacas, caballos y perros), de estructura social patriarcal, jerarquizada y triádica (visible incluso en su panteón de dioses), que protagonizaron una gigantesca expansión que incluiría la conquista de India por los arios; la de Europa por los predecesores de griegos, latinos, celtas, germanos y eslavos; y la de Mesopotamia, Anatolia, Levante y Egipto por medos y persas.- Imperio elamita
- Imperio aqueménida
- Zoroastrismo
- Yazidismo
- Pueblos iranios
- Lenguas iranias
- Medos
- Persas
- Partos
- Kurdos
La península de Anatolia, vía terrestre entre Asia y Europa, de la que la separa el estrecho del Bósforo y las numerosas islas del Egeo, con las que siempre mantuvo un continuo cultural (del que son muestra los aqueos y troyanos del mito homérico), estuvo en el corazón de las innovaciones de la Revolución Neolítica y la Revolución Urbana, desarrollando estados poderosos que entraron en relación y competencia con los mesopotámicos e incluso con Egipto. Hacia el norte, la costa del Mar Negro (el Ponto para griegos y romanos), acogía mitos como el del vellocino de oro que se hallaba en la Cólquide. La cordillera del Cáucaso la pone en contacto con las lejanas llanuras eurasiáticas.
Levante mediterráneo antiguo
La zona costera más oriental del Mediterráneo, por su ubicación entre África y Asia y sus favorables condiciones físicas, actuó como un «pasillo» entre el mar y el desierto, muy compartimentado, aunque con valles fluviales de dirección norte-sur (los del Jordán y el Orontes), que posibilitó las comunicaciones terrestres entre África, Asia y Europa. Ese papel se había cumplido desde el Paleolítico y el Neolítico (Jericó), y se acentuó con las primeras civilizaciones. Los grandes imperios de Egipto, Mesopotamia y Anatolia tuvieron en esta zona su zona de contacto geoestratégico. El contexto crítico de finales del II milenio a. C. permitió que se desarrollaran potentes civilizaciones locales de fuerte personalidad e influencia en el desarrollo histórico posterior (rasgos como el alfabeto o el monoteísmo), con una proyección muy superior a su extensión geográfica o población.Siria, Jordania y Arabia antiguas
Entre el Tigris y la cordillera del Líbano comienza una vasta zona desértica que se extiende hacia el sur hasta la península Arábiga. Supone un obstáculo insalvable para el desarrollo de la agricultura más allá de pequeñas zonas de oasis muy dispersos, excepto en la zona del Yemen (Arabia Felix ―‘Arabia feliz’―). Las actividades económicas que se desarrollaron y permitieron la formación de una peculiar civilización fueron, por tanto, la ganadería nómada y las lucrativas rutas caravaneras del comercio a larga distancia que conectaban todas las partes del mundo antiguo a través de los puertos del Mar Rojo, el golfo de Adén y el golfo Pérsico (abiertos al océano Índico ―navegación hasta la India e Indonesia―, al este de África -donde la relación con Eritrea y Etiopía fue muy estrecha- y a la costa oriental de Egipto ―Berenice―), y ciudades del interior como Alepo, Damasco, Apamea, Petra o Palmira (que conectaban con el Levante mediterráneo).Valle del Nilo antiguo
«Egipto es un don del Nilo» (Heródoto), pues pocas civilizaciones tuvieron una relación tan determinante con un río. Su crecida anual permite la fertilidad y altísima densidad de población de una estrecha franja que recorre el despoblado desierto norteafricano («desertizado» en el periodo postglacial) desde las cataratas del sur hasta el delta del norte. La dualidad entre el Alto Egipto y el Bajo Egipto forjó, sobre una sociedad campesina extraordinariamente estable y vinculada por el trabajo colectivo en las obras hidráulicas, unas instituciones y una cultura caracterizadas por la sacralización de la figura del faraón, la fortaleza de los templos, una eficaz burocracia y una compleja religión del más allá. Dentro de una gran continuidad a lo largo de milenios (que a veces se ha interpretado como homogeneidad o incluso estereotipación, con escasísimas excepciones ―el periodo de Amarna―), se mantuvo una repetida dialéctica entre la unidad y la disgregación en el devenir cíclico de las fases de la historia egipcia, con periodos de esplendor y de crisis.Mediterráneo y Europa antiguos
Grecia antigua
Hélade es el concepto geográfico y cultural que abarcaba en la Antigüedad clásica el territorio habitado por los griegos o helenos, más amplio que la actual Grecia, y que comprendería el territorio continental europeo que va desde el Peloponeso al sur hasta una difusa separación con Macedonia, Tracia y Epiro al norte; además de las islas del mar Egeo y del Mar Jónico y la costa occidental de la actual Turquía (Jonia) hasta el Helesponto. También se asimilaban al concepto de Hélade las colonias griegas establecidas por todo el Mediterráneo; y también podían entenderse próximos a él los extensos territorios de las monarquías helenísticas de Egipto y el Próximo Oriente, que en mayor o menor medida habían sido helenizados.Islas del Mediterráneo antiguo
Muchos mitos griegos se situaban en costas o islas situadas en un indefinido «extremo Occidente» (Vulcano ―Hefaistos―, Trabajos de Hércules ―Heracles, Columnas de Hércules, Gerión, Atlas―, Atlántida, Jardín de las Hespérides, Odisea ―Cíclopes, Lestrigones, Sirenas, Escila y Caribdis, Ogigia, Lotófagos―); otros se situaban en dirección menos clara, o más bien en el Mediterráneo oriental (hacia el Mar Negro ―la Cólquide de los viajes de Jasón, los Argonautas y el Vellocino de Oro―, el sur del Egeo ―la Creta de Minos, Dédalo, Ícaro, y el Minotauro vencido por el ateniense Teseo; o del rapto de Europa― o el Chipre del nacimiento de Afrodita).El Imperio romano tuvo un impacto muy superior a su propia extensión espacial (casi 6 millones de kilómetros cuadrados, ya de por sí una de las mayores entre los imperios de todos los tiempos) y a su duración temporal (del 27 a. C. al 476 d. C. en Occidente y al 1453 en Oriente); por ser la institución política y la formación económico social decisiva para la conformación de la civilización occidental, que en buena medida puede considerarse una pervivencia suya. A través de ella pervivieron sus conceptos jurídicos e institucionales (derecho romano, municipio romano, provincia romana, senado romano...), artísticos y culturales (arte y cultura clásica, urbanismo romano, vía romana, teatro romano, termas, acueductos...) y el propio idioma (el latín). La romanización fue un proceso que tuvo mucho de sincrético, puesto que incorporaba rasgos culturales de los pueblos conquistados. Muy especialmente se identificó con la civilización griega, a la que Roma reconocía como superior a la suya propia, excepto en cuestiones políticas y militares (Ex Oriente Lux, Ex Occidente Dux).10 En su periodo final, la aportación judeocristiana fue decisiva.
Augusto bajo la forma de principado (finales del siglo I a. C.). La expansión territorial de Roma y las guerras civiles republicanas significaron socialmente la superación de la oposición inicial entre patricios y plebeyos y la constitución de un modo de producción esclavista que encumbró a una poderosísima aristocracia.
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