EL RESURGIMIENTO DE LA VIDA URBANA
Y EL DESARROLLO CULTURAL
Desarrollo económico y social
En los primeros tiempos de la Edad
Media la economía tuvo un carácter casi exclusivamente agrícola.
Recién a partir del siglo XI empezaron a renacer los mercados, los
centros urbanos y el comercio internacional.
A raíz de las Cruzadas aumentó el
intercambio comercial entre las ciudades italianas y el Cercano
Oriente. Con el tiempo, la cantidad de bienes traídos de Oriente
llegó a ser tan grande que ya no pudieron ser consumidos por los
mismos italianos. Los mercaderes empezaron a cruzar los Alpes y
a vender sus mercaderías en los países del norte.
El comercio internacional se desarrollaba
desde el este hacia el oeste. Las exportaciones de China y la India
eran llevadas a los puertos del Golfo de Persia y del Mar Rojo.
De ahí las caravanas de camellos y caballos partían a Alejandría
en Egipto o a los puertos de San Juan de Acre y de Jafa en Palestina.
Allí las mercaderías eran cargadas en los barcos y llevadas a las
ciudades del norte de Italia, a Venecia, Génova y Florencia.
Un segundo sistema de comercio internacional
se desarrolló en los mares del norte. Lana inglesa y paños flamencos
eran llevados en barco por el Mar del Norte y el Mar Báltico a los
puertos escandinavos y bálticos donde eran intercambiados por cueros,
pieles, granos y madera.
Para la economía cerrada de las aldeas,
sólo habían existido mercados locales, donde los siervos de la villa
podían vender semanalmente los pocos excedentes de su producción
agrícola y los productos de su industria doméstica. A raíz del crecimiento
del comercio internacional los señores feudales establecieron ferias,
que se celebraban una vez al año y donde se juntaban los comerciantes
provenientes de todas partes de Europa. Particularmente famosas
eran las ferias de la Campaña de Francia. El señor concedía su protección
armada a la feria a cambio de lo cual se le pagaba un tributo.
El aumento del comercio se relacionó
con un aumento del uso de la moneda y del dinero circulante. En
las ferias algunos comerciantes se dedicaron a los negocios de dinero:
establecieron su banco para cambiar monedas; recibían dinero en
depósito y giraban letras de cambio para poder efectuar pagos en
otras plazas. También prestaban dinero cobrando intereses. Esta
práctica fue prohibida en un comienzo por la Iglesia como usura.
Mas con el tiempo se establecieron leyes para impedir la usura y
establecer una tasa justa de intereses.
Al mismo tiempo renació la vida urbana.
Muchas ciudades se formaron al pie de los muros de un castillo o
al lado de un palacio episcopal o de un convento. Otras se establecieron
a orillas de los ríos, las vías naturales del comercio.
En aquellos tiempos belicosos, las ciudades, al
igual que los castillos, tuvieron que rodearse de poderosos muros
y fortificaciones. En el centro de la ciudad había una plaza en
que se celebraba el mercado semanal. A su costado se elevaban la
Iglesia, el palacio del ayuntamiento y las casas de los principales
gremios y de los patricios. Como el recinto urbano era reducido,
las calles eran estrechas y las casas angostas de varios pisos.
La vida urbana era muy distinta de
la vida del campo y, por lo tanto, las ciudades tuvieron que darse
sus propias leyes y su propia organización.
El gobierno de la ciudad era ejercido
por un Concejo Municipal, cuyos miembros eran elegidos por las corporaciones.
Solían pertenecer a las familias patricias, esto es, las familias
más antiguas y ricas. El Concejo estaba presidido por un alcalde.
El gobierno municipal cuidaba de la defensa de la ciudad y de la
seguridad pública, percibía los impuestos, administraba el dinero
municipal, nombraba a los jueces y jurados, administraba las escuelas
y los hospitales y fijaba la política económica.
En un comienzo las ciudades dependieron
del señor en cuyo territorio habían sido fundadas. A partir del
siglo XI las ciudades se levantaron y, mediante negociaciones y
violentas luchas, obtuvieron gradualmente su independencia, quedando
sujetas directamente al rey. Los impuestos que las ciudades pagaban
al rey aumentaban su riqueza y, por lo tanto, también su poder sobre
los nobles. Las ciudades se convirtieron en aliados importantes
de los reyes en su lucha por consolidar el poder central y quebrar
la resistencia de la nobleza feudal.
Con el fin de reglamentar las actividades
comerciales, los mercaderes se organizaban en asociaciones o
guildas. Sólo los miembros de una guilda estaban autorizados
para vender sus mercaderías en determinados distritos, de modo que
gozaban de un monopolio en esa región. El tribunal de la guilda
juzgaba los conflictos entre los miembros y castigaban a comerciantes
deshonestos. La guilda ayudaba a sus socios en la vejez y mantenía
casas para los pobres.
Los artesanos tenían sus propias
asociaciones, los gremios. Para cada actividad artesanal había un
gremio correspondiente: joyeros, zapateros, peleteros, armeros,
etc.
Para poder ejercer algún oficio, era indispensable pertenecer
a un gremio. Este fijaba los precios y reglamentaba la cantidad y la calidad
de la producción. Se debía realizar el trabajo por el honor del oficio
y no por afán de lucro.
La formación de un buen artesano tomaba largo tiempo.
Un aprendiz entraba de niño al taller de un maestro donde permanecía entre
cinco y doce años. Vivía en la casa del maestro donde recibía comida y
vestuario, pero ninguna remuneración. Al terminar el aprendizaje se convertía
en oficial y empezaba a recibir un salario. Para completar su formación,
los oficiales debían salir de viaje y trabajar en distintos talleres.
Vueltos a la ciudad natal, presentaban
su obra maestra y rendían un examen para ascender a maestros. Las
ciudades y los gremios muchas veces establecieron tratados y alianzas
con otras ciudades y otros gremios para concederse mutuos privilegios
y unir sus fuerzas en la lucha contra los piratas, los salteadores
de caminos y las ciudades rivales. La más importante de estas asociaciones
fue la Liga Hanseática que, hacia fines del siglo XIV, incluyó a
cientos de ciudades y puertos del norte de Alemania, de los Países
Bajos, Inglaterra, Escandinavia y Rusia y que logró establecer su
monopolio sobre el comercio marítimo de todo el norte de Europa.
Con el desarrollo de la ciudad y de la población urbana
apareció un elemento nuevo en la sociedad europea. El habitante de la
ciudad o burgo, el burgués, a diferencia del noble, estaba interesado
en el comercio y el trabajo y no en la guerra. En la ciudad no existía
la servidumbre: "El aire de la ciudad hace libre". Los vecinos
eran hombres libres que se sentían orgullosos de sus derechos, de su riqueza
y de su poder.
Desarrollo cultural
El surgimiento de las ciudades, la
formación de una próspera clase media, las reformas monásticas y
el contacto con otras culturas estimularon el desarrollo cultural.
Los príncipes y la Iglesia necesitaban de personas instruidas en
las leyes. El comercio internacional y las operaciones de dinero
requerían de un mayor grado de instrucción. Con el fin de responder
a estas exigencias se formaron asociaciones de profesores y estudiantes,
comparables a los gremios con sus maestros y aprendices. Estas corporaciones
de estudio recibieron el nombre de Universidades. La primera fue
la Escuela de Bolonia, famosa por sus juristas.
Luego, los príncipes y reyes fundaron Universidades
en toda Europa. La fundación debía ser aprobada por el Papa. Cada Universidad
recibía sus estatutos propios. La Universidad estaba dividida en las cuatro
Facultades de Artes, Medicina, Derecho y Teología. El primer grado universitario
era el Bachillerato. El título de Magister confería el derecho de enseñar
en la Universidad. Los estudios culminaban en el Doctorado.
Las Universidades servían a la formación profesional
y preparaban a los profesores, médicos y abogados que la sociedad necesitaba.
Pero su tarea más elevada consistía en la búsqueda e interpretación de
la verdad. Los sabios cristianos estaban convencidos de que la razón y
la fe se complementaban. La filosofía y la teología debían explicar los
misterios de la revelación divina. El sabio más famoso de la Edad Media
fue Santo Tomás (1225-1274), el principal representante de la Escolástica,
quien creo con su Summa una síntesis de la filosofía aristotélica y del
pensamiento cristiano.
Durante toda la Edad Media el latín fue la lengua de
la Iglesia, de las Universidades y de la ciencia. Al formarse las nacionalidades
europeas, éstas desarrollaron sus propias lenguas, que luego encontraron
también expresión literaria. En España nació como primer documento literario
de la lengua vernácula el Poema del Cid. Se considera que la obra literaria
más grandiosa de la Edad Media es la Divina Comedia, del poeta italiano
Dante. Esta obra, que narra la historia del viaje mítico del poeta por
el infierno, el purgatorio y el cielo, es auténtica expresión del espíritu
religioso de la Edad Media.
La religiosidad medieval encontró también su expresión
en las creaciones del arte y, en especial, en la arquitectura. A
partir del siglo X se desarrolló el arte románico, que se caracteriza
ante todo por el empleo del arco de medio punto y la bóveda y la
cúpula de media naranja. En el siglo XII nació en Francia un nuevo
arte que recibiría el nombre de gótico. Sus elementos más
típicos son el arco apuntado u ojiva, las ventanas de lancetas,
los rosetones y las vidrieras de múltiples colores. La catedral
gótica, con sus altas torres y sus altas naves era expresión de
una profunda religiosidad y de la mística esperanza del hombre medieval
de unirse a Dios.
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