viernes, 25 de octubre de 2013

La consolidación del movimiento revolucionario




En la década de 1820 a 1830, se producirá el crecimiento y la maduración de los grandes movimientos liberal-nacionalistas en el continente
Las oleadas revolucionarias de 1830:
El epicentro de esta segunda ola revolucionaria de mayor trascendencia que la anterior fue Francia donde tras un alzamiento conocido bajo el nombre de las res Gloriosas jornadas, se vino abajo la monarquía absolutista de Carlos X y se implantó la monarquía liberal de Luis Felipe de Orleans, conocido también como el rey burgués.
Un mes más tarde estalló la revolución nacional en Bélgica, que acabó a finales de ese mismo año con su independencia frente a Holanda y la elección por parte del parlamento belga, de un monarca constitucional: Leopoldo de Sajonia. Los polacos también intentaron una revolución de índole similar, pero la insurrección fue aplastada por los rusos. En Irlanda la mayoría católica obtuvo un importante triunfo al arrancar el “Acta de Emancipación” de la Iglesia Católica frente a la Iglesia de Inglaterra, Esto fue el primer jalón en la lucha por la independencia irlandesa.
El liberalismo siguió avanzando en otros países: así en Inglaterra el Acta de Reforma, aprobada en 1832, permitía la aplicación del derecho de sufragio a los empresarios y a las nuevas ciudades industriales, como Manchester y Liverpool, en detrimento de los burgos podridos y los intereses de la vieja nobleza terrateniente.
En Suiza, en 1830, la agitación estudiantil consiguió la abolición de la constitución Aristocrática y la introducción del sufragio democrático.
En España, la repercusión de la onda expansiva de 1830 se produjo en 1833 cuando, tras la muerte de Fernando Vll, la regente María Cristina encarga formar nuevo gobierno a los liberales.
1830 es el punto de arranque de dos procesos paralelos que van a marcar la vida política y las relaciones internacionales de la Europa del S.XIX: las unificaciones de Italia y Alemania.
En el país transalpino el movimiento liberal es dirigido por la sociedad secreta de los carbonarios y se dirige prioritariamente contra el poder secular del Papado y contra la dominación austríaca del Norte de Italia. Las insurrecciones fracasaron, pero se crearon las bases de un proceso unificador que iría desarrollándose en los años siguientes y en el cual tendría un papel destacado Mazzini, fundador del movimiento “ Joven Italia.”
Por lo que se refiere a Alemania, se produjeron diversas revueltas de carácter liberal en varios Estados alemanes, revueltas que se verían sofocadas por la acción combinada de las potencias de la Santa Alianza: Prusia, Austria y Rusia. A pesar de ello, la burguesía conseguirá libertad económica en 1834 gracias a la unión aduanera de diversos Estados alemanes del norte (Colleren).
A partir de entonces se irá constituyendo el mercado nacional alemán, lo que se verá favorecido por el inicio de la industrialización y la consecución del tendido ferroviario, en los años cuarenta del pasado siglo.
La oleada revolucionaria de 1848 marcó la consolidación del ascenso burgués en Europa Occidental. La envergadura del movimiento fue de tan gran amplitud que se hablaría entonces de una “ primavera de los pueblos” en alusión al impulso liberal y nacionalista creado en estas revoluciones, que empieza a derrotar definitivamente a las viejas clases privilegiadas y al poder monárquico. No obstante, los resultados de este proceso no fueron iguales en todas partes. Así puede decirse que en Europa Oriental, estos fueron escasos, al menos en un primer momento.
Como en 1830, la oleada revolucionaria se inició en Francia: en febrero estalla el descontento popular contra la monarquía liberal de Luis Felipe de Orleans. La crisis económica de los años precedentes juega un papel importante juega un papel importante, uniéndose a ello la difusión de las ideas democráticas. De esta manera se instaura una República democrática y social en la que entran en conflicto dos fuerzas sociales: los sectores democráticos-burgueses que aspiran a consolidar la nueva República y los sectores políticos y obreros que aspiran a proseguir el proceso encaminándolo hacia la instauración del socialismo. El fracaso de la insurrección de estos últimos en Junio de 1848 significó la involución de la República en un sentido cada vez más conservador, proceso que culminaría en 1851, con la instauración de la monarquía autoritaria de Luis Napoleón Bonaparte.
En el resto de los países la revolución no adopta los planteamientos avanzados y amenazantes para el nuevo orden burgués, como en Francia. En Suiza, una serie de enfrentamientos entre católicos conservadores y liberales protestantes se salda con la aprobación en 1848 de una constitución de carácter liberal.
En Austria el movimiento alcanzó un desarrollo destacado. Tres insurrecciones populares en Viena produjeron el triunfo temporal del constitucionalismo y la abdicación de del emperador Fernando I. No obstante, su sucesor Francisco I reacciona contundentemente disolviendo la Asamblea Constituyente y restableciendo el absolutismo en 1851. Simultáneamente se habían producido insurrecciones nacionales en Checoslovaquia, Hungría e Italia, que fueron aplastadas, volviéndose a restablecer la autoridad austríaca.
En Irlanda, el nacionalismo se expresa fundamentalmente a través del movimiento terrorista promovido por el grupo joven Irlanda. Inglaterra acabará sofocando la oleada terrorista pese al fuerte descontento popular por las hambrunas acaecidas entre 1845-1847.
Nuevamente los dos países donde la convulsión de 1848 tuvo un impacto más destacado fueron Alemania e Italia.
En ésta, la presión de la opinión pública conseguirá la introducción de tímidas reformas liberales en los Estados Pontificios y en los reinos de Piamonte y Nápoles. En Milán y Venecia estallan revueltas contra la administración austríaca que duran poco tiempo. En los estados Pontificios el Papa, Pío IX tiene que abandonar temporalmente Roma mientras ve como Mazzini proclama la República Romana. En 1849, un ejército francés, enviado por Luis Napoleón Bonaparte, repone al Papa y se queda hasta 1870 como garantía de su poder.
En Alemania el 48 supone un intento por parte de la burguesía liberal-nacionalista y de otros sectores populares por alcanzar el poder. La desunión entre todos los sectores implicados conllevó el fracaso del movimiento, ya que mientras la burguesía se limitaba a reivindicar tibias reformas políticas en el marco de una confederación alemana, los sectores más radicales aspiraban a establecer una República federal de carácter democrático. En Mayo de 1848 el movimiento popular consiguió la celebración de la Asamblea de Frankfurt, que aglutinaba a los representantes de la mayoría de los Estados alemanes. Loa planteamientos se fueron radicalizando tanto en el sentido democrático como en el nacionalista. A partir de aquí el pánico cundirá en las cortes de los soberanos alemanes y en la propia burguesía, temerosa de la radicalización de un proceso que escapa a su control. La reacción se inicia en Prusia(el rey Federico Guillermo disuelve la recientemente creada dieta prusiana) y es secundada por los demás monarcas alemanes que cuentan con el apoyo austríaco para restablecer su autoridad.
En definitiva, podemos afirmar que las revoluciones de 1848, aunque no suponen un inmediato triunfo definitivo del liberalismo burgués debido a la aún fuerte resistencia absolutista, si crean las bases para su establecimiento en años posteriores, al menos en Europa Occidental. Con el poder económico, con la fuerza y el convencimiento ideológico, reforzado a través de las revoluciones de los años precedentes y las cortas experiencias en el poder en algunos casos, unido todo ello a la creciente debilidad de la vieja clase privilegiada europea, el triunfo del liberalismo sólo era cuestión de tiempo.
De todas formas, el liberalismo que se acabará imponiendo distará mucho de ser democrático, ya que la gran burguesía, una vez establecida en el poder, se sentirá temerosa de la democracia de mayorías y no dispuesta a arriesgar su recién conquistado predominio político y social, establecerá un modelo político basado en el liberalismo doctrinario(ya explicado con anterioridad) y que tendrá su expresión más general en la monarquía parlamentaria o constitucional, aliándose en muchos casos con los sectores más avanzados de la vieja aristocracia terrateniente(ver texto 4).
Por tanto, el sistema establecido por la burguesía, una vez se encuentre en el poder se articulará sobre tres instituciones básicas: La Corona, El Consejo de Ministros y el Parlamento. El funcionamiento de las instituciones variará según el país, pero en general puede decirse que los rasgos más característicos del modelo serán los siguientes:
·         Reconocimiento de grandes prerrogativas al monarca en el poder ejecutivo: facultad de nombrar al Jefe de Gobierno, disolver las Cámaras y de arbitrar en los conflictos con las Cámaras.
·         Institucionalización de un Parlamento nacional, representativo de las minorías de los notables burgueses y terratenientes. El Parlamento puede derribar al gobierno mediante un voto de censura.
·         El derecho al voto sólo corresponderá a la minoría adinerada, a través del llamado voto censitario.
·         Se establecerá una restricción de las libertades políticas, tales como la prohibición de huelgas, de sindicatos y de otras formas de lucha y asociación obreras.
·         La vida política será protagonizada generalmente por dos partidos: el conservador, representante de la vieja aristocracia terrateniente, y el liberal que incluye a los miembros de la gran burguesía. El resto de las formaciones políticas o no existen, o son ilegales o marginadas. (Esta terminología será adoptada, principalmente a partir de Inglaterra).

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