Se
basan en un concepto propio de nación en torno a la figura del líder
carismático.
Se
desarrollan en el período de entreguerras, y se trata de la conjugación de los
aspectos más radicales de los nacionalismos Liberal y Romántico; de manera que
llegamos a una situación en la que el Estado (liberal) se convierte en un ente
absoluto y ahistórico, cuando los anteriores lo consideraban una creación del
ser humano en un momento determinado de la historia europea. Así, el Estado
sería un “ser en sí mismo”, encargado de llevar al cumplimiento del Destino
Histórico a cada pueblo.
Esto
se conjuga con una visión del Estado como antiliberal, es decir, Estado
Autoritario que no es representativo, parlamentario ni democrático.
Este
nacionalismo no es racional, sino más bien una cuestión de fe en que el destino
histórico de la nación se puede cumplir poniendo al frente de ella a un líder
capaz de hacerlo, con poder ilimitado cedido por el Estado, y que posee la
capacidad sobrenatural de entender, conocer e interpretar correctamente el alma
de pueblo, lo cual lo convierte en un ser intocable (caudillo, duce, furor).
La
garantía de que este líder “acierte” en su interpretación popular reside en que
no contempla diferencias de clase, pues de haberlas, el nacionalismo las
eliminaría.
·
Pasada
la II Guerra Mundial, y con la apertura del proceso de descolonización que
provoca el “nacimiento” de un enorme número de nuevas naciones, surgen otras
dos corrientes de pensamiento en torno a la problemática nacionalista:
·
El Funcionalismo (como ideología “oficial” del mundo occidental
en los años 60).
Debido
al descrédito que sufre el marxismo, esta corriente sociológica/politológica
hace su propio análisis del nacionalismo; y así, desde la izquierda, se le
hacen aportaciones que cuestionan algunos de los proyectos marxistas
desprestigiados.
El
funcionalismo caracteriza al nacionalismo como una ideología basada en:
·
El Difusionismo:
El
pensamiento funcionalista ve el nacionalismo como un producto europeo que se
transmite luego al resto del mundo.
·
La Integración:
El
pensamiento funcionalista afirma que los nacionalismos son un sentimiento
político que procura cohesión social a una determinada comunidad política; y
desde este punto de vista, valoran positivamente al nacionalismo, pues la
cohesión nacional supone menor conflictividad y mayor estabilidad política del
Estado (esto es contrario a la visión de la lucha de clases del marxismo).
Así
pues, la mayor parte de los funcionalistas no creen en el nacionalismo pero lo
consideran útil.
·
El Elitismo:
El
nacionalismo es elitista, pero no en un sentido peyorativo. Los nacionalismos
son un producto de una serie de intelectuales con el
objetivo de dar mayor cohesión social a su comunidad.
Así
pues, en contra del nacionalismo romántico, el funcionalismo no cree que la
nación sea un ente preexistente al hombre, sino un invento intelectual del
mismo hombre.
En
conclusión, según
el pensamiento funcionalista, el funcionalismo es básico para el proceso de
modernización social (al que todos aspiramos), porque facilita, gracias a la
cohesión social, la estabilidad política de los Estados y su consolidación en
el “modelo de vida norteamericano”.
Este
es, en la actualidad, el discurso del Neoliberalismo.
·
El Nacionalismo Tercermundista.
Es
un nacionalismo vinculado a posiciones de izquierda y con implicaciones
políticas tangibles.
Es
un modelo distinto de los que hemos visto.
Surge
y arraiga en los países del Tercer Mundo, al contrario que los anteriores, que
eran productos europeos; aunque sí contiene influencias de nacionalismos
anteriores.
Hay
que entenderlo como una represalia contra occidente tras la etapa imperialista
hasta la II Guerra Mundial, y no como la exaltación de las señas de identidad
propias de la comunidad; es un nacionalismo “hacia fuera” (antiimperialista)
que refleja una situación común a todos los países descolonizados, y que
propugna la creación de:
·
Un nuevo modelo económico que no se base en la explotación de
unos a otros.
·
Libertad cultural frente a la imposición sufrida desde la
metrópoli en temas de educación, idioma, tradiciones, etc.
·
Autogobierno; un modelo de Gobierno que represente a la nueva
nación.
Es,
en definitiva, un nacionalismo basado en luchar contra los patrones políticos,
económicos y culturales explotadores.
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