El registro de añales y crónicas fue en muchas
civilizaciones un oficio ligado a un cargo institucional público, controlado
por el estado. Sima Qian (denominado padre de la Historia
en la cultura china) inauguró en esa civilización los
registros históricos oficiales burocratizados (siglo II a. C.). La crítica del
musulmán Ibn Jaldún (Muqaddima -Prolegómenos a la Historia
Universal-, 1377) a la manera tradicional de hacer historia no tuvo
consecuencias inmediatas, siendo considerado un precedente de la renovación de
la metodología de la
historia y de la filosofía de la
historia que no se inició hasta el siglo XIX, fruto de la evolución de la
historiografía en Europa Occidental. Entre tanto, los cronistas oficiales
castellanos y de Indias dieron paso en la España
ilustrada del siglo XVIII a la fundación de la Real Academia de
la Historia; instituciones similares existen en otros países.
La docencia de la historia en la enseñanza obligatoria
fue una de las bases de la construcción nacional
desde el siglo XIX, proceso simultáneo a la proliferación de
las cátedras de historia en las universidades (inicialmente en las facultades de
letras o Filosofía y Letras,
y con el tiempo, en facultades propias o de Geografía e Historia
-disciplinas cuya proximidad científica y metodológica es una característica de
la tradición académica francesa y española-) y la creación de todo tipo de
instituciones públicas y privadas (clubes históricos o
sociedades históricas, muy habitualmente medievalistas, respondiendo al historicismo propio del gusto romántico, empeñado en la búsqueda de elementos
de identificación nacional); así como publicaciones dedicadas a la historia.
En la enseñanza media de la mayor parte de los países,
los programas de historia se diseñaron como parte esencial del currículo. En
especial la agregación de historia
presente en los lycées franceses desde 1830 adquirió con el tiempo un
prestigio social incomparable con los cargos similares en otros sistemas
educativos y que caracterizó el elitismo de la escuela laica republicana
hasta finales del siglo XX.
A ese proceso de institucionalización,
siguió la especialización y
subdivisión de la disciplina con diferentes sesgos temporales (de cuestionable
aplicación fuera de la civilización
occidental: historia antigua, medieval, moderna, contemporánea
-estas dos últimas, habituales en la historiografía francesa o española, no
suelen subdividirse en la historiografía anglosajona: en:modern era-), espaciales (historia nacional, regional, local, continental -de África, de Asia, de América, de Europa, de Oceanía-),
temáticos (historia política,
militar, de las
instituciones, económica y social,
de los
movimientos sociales y de los movimientos
políticos, de las
civilizaciones, de las mujeres,
de la vida
cotidiana, de las
mentalidades, de las ideas,
cultural),
historias sectoriales ligadas a otras disciplinas (historia del arte, de la música,
de las religiones,
del derecho, de la ciencia,
de la medicina,
de la economía,
de la ciencia
política, de las
doctrinas políticas, de la tecnología),
o centrada en cualquier tipo de cuestión particular (historia de la
electricidad, de la democracia,
de la Iglesia,
de los sindicatos,
de los
sistemas operativos, de las formas
-literarias de la Biblia-, etc). Ante la atomización del campo de
estudio, también se han realizado distintas propuestas que consideran la
necesidad de superar esas subdivisiones con la búsqueda de una perspectiva holística (historia de las
civilizaciones e historia total) o su enfoque inverso (microhistoria).
El Premio Nacional de Historia (de Chile -bianual, a una personalidad- y de España -a una obra publicada cada año-) y el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (a una personalidad del ámbito de la historia, la geografía u otras ciencias sociales) son los más altos reconocimientos de la investigación histórica en el ámbito hispanohablante, mientras que en el ámbito anglosajón existe una de las versiones del Premio Pulitzer (en:Pulitzer Prize for History). El Premio Nobel de Literatura, que puede recaer en historiadores, sólo lo hizo en dos ocasiones (Theodor Mommsen, en 1902, y Winston Churchill, en 1953). Desde una perspectiva más propia de la consideración actual de la historia como una ciencia social, el Premio Nobel de economía fue concedido a Robert Fogel.
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia
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