viernes, 25 de octubre de 2013

KARL MARX (1818-1883)




Marx estudió Derecho y Filosofía en las universidades de Bonn y Ber­lín, doctorándose en Filosofía en 1841. Sus pri­meros escritos aparecieron en la Gaceta Renana de Colonia observándose en todos ellos una actitud crítica frente al sistema que había establecido la burguesía. Marx visitó durante algún tiempo París y Bruselas de donde sería expulsado por las autoridades de estas dos ciudades, después regresaría a Alemania dirigiendo la Nueva Gaceta Renana, pero las opiniones expresadas en la revista le ocasionaron un proceso del que sería absuelto, aunque tuvo que salir del país, estableciéndose definitivamente en Londres. En esta ciudad pasó muchos años de auténtica miseria puesto que sus recursos econó­micos eran muy escasos a pesar de las múltiples ayudas que siempre recibió de Engels. Por último, no hay que olvidar que Marx participó activamente en la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores a la que dedi­có largos años de su vida.
Sus obras más importantes son: los llamados Manuscritos de París, Miseria de la filosofía, Tesis sobre Feuerbach y El Capital. Por otra parte, entre las obras realiza­das en colaboración con Engels hay que destacar La ideología alemana, La sagrada familia y el famosísimo Manifiesto del Partido Comunista.
Marx utiliza el método dialéctico desarrollado por Hegel, pero lo que hace es cambiar el punto de partida. En lugar de emplear una dialéctica idealista se apoya en una dialéctica materialista, dando primacía a lo real (lo material) sobre la idea. Para Marx, la pre­misa fundamental es la necesidad de la transformación de la realidad. Ahora bien, para que tal transformación tenga lugar es preciso que nos demos cuenta cómo se desarrolla la realidad, y según la concepción materialista de la historia, ésta sólo puede explicarse y comprenderse a través del análisis de la realidad eco­nómica.
En este análisis Marx distingue tres etapas diferentes: una reali­dad económica antigua, otra feudal y, finalmente, la realidad económica moderna basada en el modo de producción capitalista. Pero estos tres tipos de economía tienen una característica común, la existencia de dos clases antagónicas: la de los posee­dores de los medios de producción y la de los trabajadores que sólo pose­en su fuerza de trabajo. El sistema capitalista representa el triunfo de la burguesía sobre el feudalismo y lógicamente impone su modo de pro­ducción que necesariamente engendra desigualdades. Pero cuando el capitalismo alcanza un cierto grado de desarrollo, el capital comienza a concentrarse en pocas manos y al mismo tiempo el número de proletarios aumenta. Por esta razón, llegará un momento en el cual se producirá ine­vitablemente la revolución que cambiará el modo de producción capita­lista haciendo pasar la propiedad de los medios de producción a la colec­tividad.
Para Marx la estructura económica tiene una importancia decisiva, pues de ella depende no sólo las instituciones jurídicas, políticas, etc., sino también las diferentes ideologías, es decir, el modo de producción, sopor­te sobre el que se monta la superestructura jurídica (Derecho) y política (Estado). Por consiguiente, el Derecho no tiene una existencia propia ya que es el simple reflejo de las relaciones de producción.
Según Marx el Derecho es el medio a través del cual la clase social dominante que ha impuesto su modo de producción económico asegura su propia exis­tencia. De este modo, el Derecho nunca puede representar un interés general ya que su fuente es siempre la voluntad de una clase. Incluso cuando se ha arrebatado el poder político a la burguesía, en la transición hacía una sociedad comunista (sin clases), el Derecho vuelve a aparecer como un instrumento de clase; pero ahora aparece como un medio de dominación de la clase proletaria sobre la burguesía. Sólo cuando hayan desaparecido las clases será innecesario el Derecho, es decir, una vez que la clase proletaria haya establecido su modo de pro­ducción.
Establecida, pues, una sociedad sin clases, el Derecho no tiene razón de ser, ya que su existen­cia sólo venía justificada por la lucha entre una clase dominante y otra dominada. El Estado es la institución que crea el Derecho y por tanto está al ser­vicio de la clase dominante; por eso, cuando desaparezcan las clases, también deberá desaparecer el Estado.
Lo cierto es que la doctrina de Marx por lo que se refiere a la desaparición del Derecho y el Estado no se encuentra sufi­cientemente desarrollada. Por otra parte, las interpretaciones que se han realizado de la obra de Marx son tan dispares que difícilmente puede lle­gar se a un acuerdo sobre su auténtico significado. No obstante, tanto los marxistas como los no marxistas han llegado a la conclusión de que en la obra de Marx la tesis de la extinción del Derecho y del Estado no puede ponerse en duda.
Hay que reconocer a Marx el mérito de haber dirigido sus críticas contra la sociedad burguesa de su tiempo. Es cierto que la Revolución Francesa había supuesto un avance notable en el reconocimiento de los Derechos y libertades de los ciudadanos, pero no lo es menos que la clase trabajadora había quedado al margen de la Revolución. Por otra parte, con la Revolu­ción Industrial las condiciones de trabajo eran durísimas e incluso inhu­manas. Por tanto, era preciso que alguien denunciara tal situación y a Marx le corresponde el honor de haber sido uno de los primeros pensa­dores que mayor sensibilidad mostró ante este grave problema.
Ahora bien, siendo cierto que la realidad económica tiene una importancia decisiva, hacer de la misma la base de todas las institu­ciones e incluso las formas de conciencia (ideologías), parece un poco exagerado. Por lo que se refiere al Derecho, es cierto que las condiciones económicas influyen en su configuración, pero, en ningún modo, de forma exclusiva. Por último, no hay que olvidar que la consecución de una sociedad sin clases resulta utópica.

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